Guiado para sentarse
En el interior de la cabaña, el hombre adoptó un aire extrañamente doméstico, se acomodó en el borde de la desgastada cama e hizo un gesto hacia una silla de madera que había cerca. “Por favor, siéntate -le instó, con la voz cargada de cansancio. Gracie, aún tensa y cautelosa, obedeció y se sentó en la silla mientras su mente se agitaba con preguntas sin respuesta que no hacían más que crecer en el silencio.

Guiada para sentarse
Cuestión de reconocimiento
El ambiente se enrareció cuando la mirada del hombre se clavó en ella, buscando algo oculto en su expresión. “¿Me reconoces?”, preguntó, con palabras cargadas de expectación. Los pensamientos de Gracie se agitaron: ¿se suponía que le conocía? Su rostro no revelaba nada, envuelto en el mismo misterio que la había conducido hasta aquí. Sacudiendo la cabeza, sólo reveló confusión e inquietud.

Cuestión de reconocimiento