Entrada reticente
En el umbral, Gracie se quedó paralizada, sus instintos le gritaban que no entrara en la apartada morada de un desconocido. El hombre, al darse cuenta de su vacilación, soltó una suave risita. “En realidad no tienes otra opción -bromeó, señalando hacia la oscuridad del bosque que se cernía tras ellos. La puerta parecía una trampa, pero comparada con el vasto e implacable bosque, parecía un riesgo menor.

Entrada a regañadientes
Sin otra opción
La realidad de su situación la golpeó con fuerza: perdida en lo profundo del bosque, aislada de la ayuda y sin ningún lugar adonde ir. Su risa resonó en sus oídos, un cruel recordatorio de su vulnerabilidad. Por inquietante que le pareciera, no se equivocaba. Con la resignación pesando sobre ella, Gracie se dio cuenta de que entrar en su interior era el único camino a seguir, por muy incierto que fuera.

No hay otra opción